Los zulianos aseguran que cada día se vuelve más difícil y costoso encontrar productos básicos. Luego que soportar largas colas, son pocas las ocasiones en las que logran adquirir un producto y los precios que colocan los revendedores se vuelven impagables.
La mayoría de los habitantes del estado optan por hacer las colas desde la noche; sin embargo, dicen que los bachaqueros siempre tienen los puestos apartados y les dan prioridad para comprar en los supermercados, reseñó La Verdad del estado Zulia.
Sinergi Morales, ama de casa, dijo que para ella es imposible pagar esos precios. Su hogar tiene un solo ingreso, el de su esposo, y no es suficiente para cubrir ese gasto adicional.
Jeny González, docente de un plantel público, llegó el viernes a las 6.00 de la mañana para comprar pañales. A las 6.00 de la tarde se devolvió a su casa con las manos vacías. Lo volvió a intentar ayer, esta vez desde las 4.00 de la mañana, pero ya la cola rodeaba el recinto. Afirmó: «hace más de dos meses que no sé qué es comprar regulado».
Jeny señaló que no puede comprar otras cosas como ropa o un refresco porque todo su ingreso va destinado al alimento y las cosas de sus hijas. Agregó que los revendedores le venden cada pañal en 150 bolívares y que los ha pagado porque es indispensable.
María Martínez, enfermera, afirmó que su sueldo de 13 mil bolívares mensuales le restringe recurrir a los quioscos de los bachaqueros. «Antes era más pasable la situación, pero ya en Las Pulgas no se puede comprar», dice parada a las afueras de Bicentenario de 5 de Julio. «Después de pasar estrés porque faltan los implementos médicos en el hospital, me voy a pasar el estrés de la escasez de comida».
Otra clienta, quien prefirió no identificarse, esperaba con un bastón a que saliera su padre, éste se encontraba en una larga cola de discapacitados. Desde su fractura de tobillo no trabaja y no puede comprar los productos en el mercado negro. Dice que en las tiendas «toman más en cuenta a los bachaqueros que a los discapacitados». A pesar de su condición, aseguró que la historia la repite todos los días, como el viernes, cuando pasó cinco horas bajo el sol en un comercio de La Limpia para comprar dos paquetes de pasta, arroz y harina, además de una unidad de mantequilla.